El Récord Guinness que puso a La Ligua en los ojos del mundo

El 10 de febrero de 1996, se izó en el frontis de la Municipalidad de La Ligua el chaleco más grande del mundo.

Hace 26 años La Ligua logró una histórica y telar hazaña: inscribió en los Récord Guinness el chaleco más grande del mundo. Un hecho que ponía en boca el trabajo de cientos de familias, que en la “capital del tejido” desarrollaban diversos productos textiles de alto calidad.

Nuestro logo rememora el histórico chaleco

El día sábado 10 de febrero del año 1996, el entonces alcalde Juan Ibacache inauguraba la placa que guardaría testimonio histórico del hecho que rápidamente sería noticia en el mundo.

Diversos vecinos, con mucho cuidado, trasladaron desde el taller en el Liceo Pulmahue, hasta la Municipalidad, el chaleco que izaron frente al edificio público.

Tenía 10 metros de alto y 7.5 de ancho. Pesó, de acuerdo a los reportes de la época 90 kilos.

El hecho, no sólo recordó que La Ligua seguiría siendo la capital del tejido, sino además, logró dinamizar la economía en torno al turismo, haciendo de los medios de comunicación, un aliado ideal para la promoción del telar producido en Valle Hermoso, la cuna del tejido.

El chaleco de La Ligua

La comuna de La Ligua, goza de una conocida tradición comercial en torno a la fabricación y comercialización de tejidos. De acuerdo a escritos que datan de 1964, el vínculo textil con la zona se remonta a la época previa a la llegada de Pedro de Valdivia al Mapocho (1540), con la cultura Inca. En 1961 – establecida la República en Chile- La Ligua mantenía una reconocida fama como centro textil, pero no de chalecos, sino de mantas, frazadas, alfombras y pellones. Sin embargo, la poca valorización comercial, había mermado su comercialización.

Si bien la fabricación y comercialización textil era una actividad económica tan importante como la minería en la zona, el tejido parecía ser una cosa artesanal e incluso pintoresca.

De acuerdo a historiadores, en los años ’50 la actividad textil comenzó a crecer.

“En La Ligua se disponía de mayor dinero circulante, lo que se reflejó en un estado de bienestar pleno y se tradujo en la percepción de una bonanza económica. Se diversificó la actividad textil a nivel local, había más trabajo y más diseños se podían elegir. Dada la gran cantidad que se vendía afuera, el fenómeno permitió a los habitantes de La Ligua tener una alta movilidad social” (Historia de La Ligua, Quezada, Aguilera, Prado, Aguayo. 2007).

Ya en los años ’60, con la implementación de la reforma agraria, los campesinos de la zona se transformaron en consumidores. En esos años aparecieron las primeras máquinas rectilíneas, íconos de la nueva era tecnológica. Según cifras municipales, llegaron a funcionar hasta 500 máquinas en los distintos talleres de Valle Hermoso y La Ligua.

Con la masificación y los altos ingresos, los tejedores de Valle Hermoso entendieron que continuar en un lugar de difícil acceso limitaría la comercialización de sus productos y decidieron emigrar en masa a La Ligua, donde ya habían grandes productores textiles.

Los primeros telares automáticos llegaron de la mano de don Patricio Walls en la Fábrica de Tejidos Pulmahue, que tenían peines y lanzaderas. La industria comenzó a consolidarse a través de las familias de tejedores. Los apellidos Redusnante, Cortez, Pérez, Cardoza, Olivares y tantos otros comenzaron a alcanzar un prestigio entre el exigente mercado de aquel entonces.

“Entre 1982 y 1995 La Ligua marcaba un peak de ventas de tejidos nunca antes visto, situación que podía apreciarse directamente en la cantidad de visitantes que llegaban a la Ciudad: 40 buses todos los días repletos de comerciantes y turistas que llegaban a comprar los valorados tejidos. Los Baltra ya no estaban solos y otras industrias se mantenían erguidas en similares condiciones y sin mayores problemas. En algún momento la Comuna de La Ligua, que tenía 300 empresas, llegó a contabilizar 1700 empresarios textiles”. (Historia de La Ligua, Quezada, Aguilera, Prado, Aguayo. 2007).